Hace unos días un periódico local de Chongqing, una de las principales capitales de China, publicaba unas fotografías que terminarían dando la vuelta al mundo: el primer carril para teléfonos móviles del país. Una camino de unos 30 metros donde el peatón podría andar en línea recta con la mirada clavada en el móvil, a salvo de bicis, gente despistada que camina en dirección contraria, alcantarillas y demás peligros cotidianos del intrépido urbanita adicto al smartphone.
La medida no es tan surrealista como puede parecer. En un país con una población tan numerosa (China tiene más de 1.300 millones de habitantes) y con unas ciudades cada vez más abarrotadas, muchos ven en este tipo de soluciones drásticas la gestión óptima para la circulación de la gente. A lo largo de la ciudad se han instalado vallas que publicitan la iniciativa, y muchas adjuntan un diagrama que enseña cómo utilizar debidamente el carril. Hace poco también vimos un vídeo estadounidense que denunciaba el aumento de heridos, e incluso muertes, debidos a este nuevo fenómeno de “desatención” civil.
Es evidente que nuestra dependencia a los smarphones es una tendencia al alza, pero estaremos todos de acuerdo que lo que debería alzarse no es este fenómeno, sino nuestras miradas al caminar.