Tras 87 años, los investigadores de la Universidad de Queensland en Brisbane, Australia, han registrado la caída de la novena gota de brea en un recipiente. 13 años, cuatro meses y 33 días han pasado desde la caída de la octava. El experimento científico más largo de la historia ha dado un nuevo paso.
Todo empezó en 1927 en un aula. El profesor Thomas Parnell, custodio del experimento hasta su muerte, quiso demostrar a sus estudiantes que hay substancias que aparentan ser sólidos pero son fluidos de alta viscosidad. Para certificar su tesis, Parnell llenó de brea caliente un embudo de cuello sellado. Tras tres años de reposo, el profesor cortó el cuello del embudo y empezó este experimento que todavía dura hoy.
El ritmo de caída ha sido, aproximadamente, de una gota por década. La primera cayó en 1938, la segunda en 1947, la tercera en 1954, la cuarta en 1962, la quinta en 1970 y la sexta en 1979. Desde la caída de la séptima gota en 1988, el habitáculo se encuentra aislado y en condiciones ambientales controladas, para evitar que las variaciones de temperatura pudieran variar la viscosidad del fluido. Gracias a esto, y a la caída de la octava gota en el 2000, hoy en día sabemos que la brea (bajo unas condiciones determinadas) es aproximadamente 2,3x1011 veces más viscosa que el agua.
No siempre tendremos todo el tiempo del mundo para demostrar que nuestras teorías son acertadas, ni para lograr nuestros objetivos laborales o personales, ni para progresar en una relación de amistad o amorosa. Es cierto que es importante aprovechar el tiempo del que disponemos, que no debemos esperar eternamente.
Sin embargo, la paciencia es imprescindible para cualquier logro que queremos alcanzar. La paciencia, junto a la constancia, nos hará imparables. No en vano decía Rousseau que “la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”.
Sepamos esperar, sepamos insistir. Nueve gotas de brea en 87 años. Pero siguen cayendo.