África se construye con barro.
A lo largo y ancho del continente, el barro moldea la forma de la vida de los africanos. Sus aldeas, sus casas, sus utensilios, sus establos, sus graneros… y también sus juguetes.
Al niño de esta fotografía le conocí en el sudeste de Burkina Faso. Yo avanzaba con el coche por una pista de tierra y pude verle mientras la cruzaba. Caminaba despacio y tiraba de un cordel en el que se alineaban, una tras otra, una serie de pequeñas formas, imposibles de identificar desde la distancia.
Me detuve a conversar con él y resultó que las formas eran vacas cebú – el ganado más frecuente en la zona – hechas en barro. Muy tímidamente, me dijo que él era su autor. Le pedí que me las mostrara y me parecieron bellísimas. En cada una de ellas estaba todo fielmente reproducido: la cornamenta, la joroba, las patas… El resultado era un volumen tosco pero sugerente. Y muy frágil, dado que el barro no había pasado por ningún proceso de cocción.
Llegó su padre, sonriente y feliz por los elogios que yo estaba dispensando a la obra de su hijo. No me resultó sorprendente saber que, mientras el niño pasaba el rato jugando con su propio rebaño a escala, sus hermanos mayores pastoreaban, lejos del poblado, las reses del pequeño rebaño familiar.
Recuerdo que pensé que, tal vez, el niño conseguía, gracias a la pequeña magia de sus sencillos juguetes, mantenerse unido con sus hermanos. Y vincularse emotivamente con su más que probable destino.
Pepe Navarro