Niños vendedores.
No deberían estar donde están.
No deberíamos verles donde les vemos.
No deberían ofrecernos los productos que otros les ordenan que nos vendan.
No deberíamos tener que sorprendernos por su presencia entre la multitud.
No deberíamos tener que preguntarnos por qué razón están ahí y no en una escuela.
No deberíamos tener que sentir tristeza al mirarlos y ver que nos miran.
No deberíamos tener que compadecerlos.
No deberíamos tener que pedirles perdón por el daño que otros les causan.
No deberíamos sentirnos responsables por haber contribuido, con nuestro silencio, a su necesidad de seguir haciendo lo que hacen.
Es bueno poder imaginarlos en otras circunstancias. En su lugar, rodeados de su gente, haciendo las cosas que los niños de otros lugares hacen.
Preocupados por sus pequeñas preocupaciones. Y no por la permanente necesidad de subsistir.
Alejados, para siempre, de la triste necesidad de vender.
Protegidos. Cuidados. Queridos.
Pepe Navarro