Mi búfala es diferente a todas las demás. Pero no es mía, yo sólo soy su amigo.
Ella espera pacientemente, cada mañana, a que venga el responsable del ordeño para llevarse su leche y la de las otras búfalas, al mercado.
Desde ese momento, sé que puedo pasar todo el tiempo que quiera con ella. Nadie me lo impide.
A veces me siento a su lado y la contemplo: es bonita, tiene unos ojos negros muy grandes.
Algunos días esos ojos me parecen tristes, como si deseara ver con ellos algo que queda muy lejos y no alcanzara a ver.
Otras veces me gusta más echarme sobre su lomo huesudo y, desde esa altura, sentir el calor de su cuerpo y el latido de vida que le corre por dentro. Y mirar pasar a la gente que cruza este lugar camino del Ganges, nuestro río sagrado.
A mi búfala nunca le molesta mi compañía. Es muy fuerte pero siempre está tranquila y nunca se queja por nada.
Es un buen animal, con un gran corazón y casi tan inteligente como una persona.
Y yo tengo la suerte de conocerla bien y de que me acepte como su mejor amigo.
- Pepe Navarro
Foto en Varanasi, India del Norte