Rawanegomde carece de pozo de agua potable. El pozo más cercano se encuentra a 7 kilómetros. Las mujeres invierten, cada día, entre cuatro y cinco horas en caminar hasta ese pozo y regresar a la aldea.
Visité la aldea en representación de Aigua per al Sahel y la demanda de un pozo está en curso.
Cada vez que miro esta fotografía sé, sin dudarlo, que debemos seguir apoyando a las personas que nos necesitan para mejorar sus vidas y asegurar su supervivencia.
Le vi sentado contra una pared, entre las casas de barro de su pequeña aldea, castigada por el sol y asediada por la necesidad permanente de agua.
El niño me vio y quiso esconderse, pero no supo hacia dónde ir. Tímido y temeroso, bajó la mirada y dejó de hablar con la pieza de metal con la que venía manteniendo una animada conversación.
Me acerqué a saludarle y le pedí que me mostrara su juguete. Sin mirarme a los ojos, muy despacio, lo levantó hacia mí y me lo entregó para que yo pudiera apreciar de cerca sus cualidades. Me lo confió.
Comprendí que ese objeto de desecho era su amigo de juegos. No sólo representaba a un amigo sino que lo era de verdad.
Con su imaginación, el niño había convertido algo frío e inerte en algo luminoso y vivo. Había logrado una preciosa compañía en su vida de aplastante escasez.
Me senté a su lado. El sol caía sobre nosotros de tal forma que no tardé en sentir la necesidad de beber.
Yo llevaba una botella de agua conmigo y ambos pudimos beber. Yo con normalidad. El niño absolutamente sorprendido de poder hacerlo.
Pasada una hora dejé el lugar y retomé el camino. Me marché deseando que llegara el día en que, por fin, en esa aldea habría un pozo de agua potable.
El pozo en el que el niño, con su improvisado juguete, podría beber. Y en el que todos los demás habitantes del lugar podrían beber.
Sin necesidad de esperar al día siguiente, cuando las mujeres, madrugando mucho y cargando bidones sobre sus cabezas, saldrían caminando en dirección a los pozos de agua no potable y demasiado lejanos.
Pepe Navarro, Arbolle (Burkina Faso)