“No existen soluciones fáciles cuando el hambre llega para quedarse dentro de nuestras familias. Cuando la sequía del pasado año nos dejó sin el fruto de nuestra cosecha. Y vació nuestros graneros de lo que siempre necesitamos para vivir.
No existe un lugar adonde podemos ir a pedir que nos ayuden.
No existe consuelo para liberarnos del dolor de ver morir de hambre a los nuestros.
No existe un hombre de la familia lo suficientemente fuerte para permanecer a nuestro lado compartiendo nuestro esfuerzo por resistir.
Muchas veces, al hombre le gana fácil el miedo. Y prefiere ausentarse, escapar, dejarnos a nosotras al frente de un problema que tampoco sabemos cómo resolver.
Él nos dice que va a alguna parte a buscar lo necesario para que podamos comer. Pero muchas veces no regresa.
Nosotras siempre nos quedamos. Cerca de nuestros hijos y de nuestros nietos. Inventamos soluciones pequeñas que sean capaces de engañar al hambre tan grande que nos rodea.
Nos ayudamos tanto como podemos. Porque nos conocemos. Sabemos quiénes somos.
Siempre fue así. Seguirá siendo así.”
El banco escolar fue sacado al exterior. Les fue ofrecido a las mujeres como lugar de descanso en la espera de que les fuera entregado el saco de maíz que la ong Aigua per al Sahel, en su campaña de urgencia contra el hambre, había acordado distribuir en su zona.
Los hombres presentes en el lugar mostraban agitación y alegría mientras los sacos eran descargados de los camiones y apilados ordenadamente en el suelo.
Las mujeres permanecían tranquilas. Sentadas en un banco o en el suelo. Hablando entre ellas. Alimentando a sus hijos. En paz.
Pepe Navarro
Burkina Faso, julio 2018