La otra cara del Taj Mahal.
Una mirada al Taj Mahal desde su lado más pobre. Lejos de los cientos de turistas haciendo cola frente a las taquillas de acceso. Y de las inacabables hileras de mendigos que, con sus manos abiertas, pasan el día implorándoles una caridad.
Es invierno y la niebla retiene la fuerza de la luz solar, creando una sensación de espacio contenido.
Desde la corta distancia, se aprecia la forma, a la vez rotunda y sutil, del gran templo consagrado al amor.
El río está seco en esta época del año y, en su lecho, se cultiva maíz. Hay trabajadores segando espigas. Perros y camellos campan a sus anchas, buscando comida, un día más.
Tal y como me ocurre en algunas ocasiones, me siento privilegiado por estar, en este momento, en este maravilloso lugar.
Donde el Taj es simplemente forma. Una forma perfecta contrastada contra la claridad del cielo. Que yo deseo fotografiar, antes de que la luz del sol aparezca con fuerza, destacando su volumen y definiendo en exceso su contorno.
Me apresuro a hacerlo. Y, en ese momento, sin hacer caso de mi presencia furtiva,un peregrino silencioso atraviesa mi campo de visión caminando despacio en dirección al templo.
Mientras ajusto el enfoque de la cámara, me siento especialmente feliz porque sé que la sencillez de su figura ha sido un regalo inesperado que embellecerá mi fotografía.
Pepe Navarro