En el norte de Chile, la industria textil está azotando el desierto de Atacama. La Región de Tarapacá tiene uno de los vertederos de ropa más grandes del mundo. Ahí, se encuentran montañas y montañas de ropa que convierten Alto Hospicio en un vertedero de desechos textiles.
Todas las fotos by Mateo Barrenengoa. Patagonia. La mayoría de ropa proviene, principalmente, de Estados Unidos, Europa y Asia, donde sus dueños se deshacen de las prendas, que se despachan y viajan hasta Chile. Normalmente, la entrada principal es el puerto de Iquique. Una vez llegan al país, los comerciantes de segunda mano eligen que es lo que quieren vender, y lo que no escogen se dirige a Alto Hospicio, una comuna arrasada por toneladas y toneladas de ropa. Allí, se esparce la ropa ilegalmente, se entierra o incluso de dispersa en microvertederos que más tarde serán quemados para no dejar rastro de las prendas. Pero una comunidad resiliente está transformando una realidad de desperdicio en oportunidad. Una de las personas que forman parte de esta comunidad es Ángela, una joven diseñadora y recicladora textil que ha encontrado una visión de cambio donde el resto del mundo ve desperdicio. Después de pasar años hurgando en los cementerios de ropa usada, tiene buen ojo para encontrar tesoros que después usará para sus creaciones. Encuentra color y texturas de telas inspiradoras- materiales para su trabajo-. Cuando sale del vertedero con las prendas que ha recogido, Ángela ya se imagina mochilas, bolsos y prendas que confeccionará en su taller.
Crear ropa a partir de textiles reciclados ha servido a Ángela para generar conciencia sobre el problema y fomentar la educación ambiental en la región. Al final, es una forma de activismo con el que pretende cambiar la perspectiva sobre el consumo de la ropa y la gestión de los residuos. Donde la mayoría de nosotros vemos una realidad imposible, ella ve una nueva perspectiva para transformar la realidad. Puedes leer más sobre esta historia en este enlace.
Todas las fotos by Mateo Barrenengoa. Patagonia. La mayoría de ropa proviene, principalmente, de Estados Unidos, Europa y Asia, donde sus dueños se deshacen de las prendas, que se despachan y viajan hasta Chile. Normalmente, la entrada principal es el puerto de Iquique. Una vez llegan al país, los comerciantes de segunda mano eligen que es lo que quieren vender, y lo que no escogen se dirige a Alto Hospicio, una comuna arrasada por toneladas y toneladas de ropa. Allí, se esparce la ropa ilegalmente, se entierra o incluso de dispersa en microvertederos que más tarde serán quemados para no dejar rastro de las prendas. Pero una comunidad resiliente está transformando una realidad de desperdicio en oportunidad. Una de las personas que forman parte de esta comunidad es Ángela, una joven diseñadora y recicladora textil que ha encontrado una visión de cambio donde el resto del mundo ve desperdicio. Después de pasar años hurgando en los cementerios de ropa usada, tiene buen ojo para encontrar tesoros que después usará para sus creaciones. Encuentra color y texturas de telas inspiradoras- materiales para su trabajo-. Cuando sale del vertedero con las prendas que ha recogido, Ángela ya se imagina mochilas, bolsos y prendas que confeccionará en su taller.