Yo no creo en la buena ni en la mala fortuna. Las cosas son lo que son y la suerte llega hasta donde llega y ahí mismo es que se termina. Y no me importa si duermo y amanezco en una casa linda o debajo de este puente en el que hace meses que vivo. Yo voy con mi vida a todas partes. Como el viento. Y como el agua.
Y a todos los carros, que pasan por debajo de este puente, les regalo la alegría y los colores de mi árbol de los sueños.
Lo embellezco a diario, con las cosas que otros botan y yo encuentro. Ahí las voy colgando, con mucho cariño.
Y dejo que el agua de la lluvia las moje y que el viento luego las seque mientras las hace bailar. Para que vivan, conmigo, la realidad.
Y así mi vida se va llenado con ese propósito: hacerle un regalo a todo el que quiera recibirlo. Sin esperar nada a cambio. Sólo la sonrisa que, de vez en cuando, alguien me regala desde su carro en movimiento. Ya con eso es que yo me siento satisfecho. Y me animo a seguir.
Haciendo más y más bello mi árbol de sueños. Que es mío y que es de todos. Como la vida. Como el tiempo que ya hemos vivido. Y como este mismo momento.
Pepe Navarro