Yo caminaba orillando los gats de Varanasi, observando el movimiento continuo de vendedores, peregrinos, gurús, mendigos, barberos, masajistas, perros, niños…
En esa sucesión de milenarios accesos al río,el cruce de movimientos es siempre continuo. Todos los que allí confluyen, lo hacen atraídos tanto por la tradición espiritual como por la fuerza magnética del lugar.
Unos buscan purificarse en las aguas del Ganges, lavando su cuerpo y rogando por su alma.
Otros anhelan recuperar su paz sentados en alguna de sus orillas. Con los ojos cerrados, esperan que el ruido de su mente se desvanezca y la voz interior les alcance.
Las búfalas - proveedoras de la apreciada leche del lugar – disfrutan de la frescura del agua durante el tiempo que su cuidador se lo permite.
Los perros, flacos e incansables, corretean olfateando innumerables rastros de vida.
Los barqueros atienden las peticiones de los peregrinos, que desean dar un paseo en barca para contemplar los templos que bordean el río.
Grupos de niños juegan al cricket. Con bates improvisados, tratan de golpear pelotas que, muchas veces, terminan en el agua.
Me acerqué a un grupo de ellos y, mientras jugaban, declaré mi intención de fotografiarles.
Accedieron encantados. Y, sin prestarme especial atención, siguieron jugando.
Al rato, uno de ellos se me acercó y, entre las risas y burlas de sus compañeros, me dijo: fotógrafo, yo quiero posar para ti.
Sin darme tiempo a responder, se colocó frente a mi cámara, adelantó su pie derecho, se levantó el pantalón lo justo para mostrar el tobillo, plantó una sonrisa en su cara y me gritó: "¡ya!"
Pepe Navarro
Varanasi - India