Un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha evaluado 71.576 especies de animales. De ellas, el informe concluye que 21.286 están amenazadas o en peligro de extinción. Tal vez, la que más llama la atención de dichas especies amenazadas es el okapi, también llamado “jirafa del bosque”. El okapi es un símbolo nacional de la República Democrática del Congo, y su supervivencia se ve amenazada por la caza furtiva y la pérdida de hábitats naturales.
En otras palabras: nos estamos encargando de borrar de la faz de la Tierra más del 25% de las especies animales que la pueblan. Esto no es normal. ¿Es que nos hemos vuelto todos locos? ¿Cómo es posible que permitamos, más aún, que provoquemos -directa o indirectamente- la desaparición de esa riqueza inmensa que supone la diversidad? ¿Por qué nos molesta tanto lo distinto?
Y no hablamos solamente de okapis. Nos pasa lo mismo con las personas, nos cuesta enormemente aceptar que, afortunadamente, en la especie humana también impera la diversidad: diversidad de sexos, de razas, de colores en el pelo, de idiomas, de personalidades, de maneras de expresarse y de entender la vida, de gustos y modos de amar… Cada uno de nosotros es un okapi, un animal único. ¿No vale la pena conservarlo?
Un mundo mejor, eso es lo queremos. Un mundo que provoque asombro a cada paso, a cada nueva sorpresa. Un mundo lleno de okapis corriendo por el bosque.