Hoy es 20 de diciembre de 2011, y ese hombre se sienta en la silla de su despacho, coge un papel y un bolígrafo y empieza a escribir su lista de propósitos para el año 2012. Dejar de fumar. Ir al gimnasio dos veces por semana. Ponerse a dieta. Salir antes del trabajo. Decirle una frase bonita a su esposa cada día. Llevar a sus hijos de excursión una vez al mes. Utilizar las escaleras para subir a casa. Leer. Mantener ordenado el despacho.
Hoy es 20 de diciembre de 2012. Nuestro hombre llega tarde a casa desde el trabajo. Sus hijos ya duermen. Y él está muy cansado porque lleva diez meses sin ir al gimnasio, así que sube en el ascensor. Entra en el piso. Se cruza con su esposa en el pasillo y la saluda con un movimiento de cabeza. No tiene ganas de cocinar, así que pide una pizza por teléfono. Mientras espera que llegue, piensa en leer un libro, pero se arrepiente y enciende el televisor. Hace un zapping, pero no hay nada que le interese. Así que se dirige a su despacho y se sienta. Coge un papel, pero no puede encontrar el bolígrafo por culpa del desorden. Cuando por fin lo encuentra, empieza a escribir su lista de propósitos para el año 2013. Dejar de fumar. Ir al gimnasio dos veces por semana...
Hoy es 20 de diciembre de 2013. El hombre está en su casa. Hace unos meses le despidieron del trabajo. El hombre está solo. Su esposa se ha marchado. Sus hijos están con su madre. El hombre se sienta en la silla de su despacho, toma un papel y un bolígrafo, y escribe su lista de propósitos para el resto de su vida: Olvidarse de los propósitos. Vivir.