Los organillos, que hoy están en desuso, amenizaron muchas fiestas populares de Cuba durante el pasado siglo. Los más célebres eran los órganos de Manzanillo.
Son muchos los que aún recuerdan el espectáculo que suponía la llegada de un órgano oriental a cualquier ciudad. Recuerdan, con nostalgia, la cadencia casi mágica de sus melodías.
Modesto Moreno es miembro de la familia Fornaris, los constructores de órganos musicales más reconocidos de Cuba.
Cuando le visité en su casa de Manzanillo, éstas fueron algunas de las cosas que me contó.
“Yo estoy en esto desde el 53… El viejo mío se enfermó y, con diecinueve años, tuve que quedarme al frente de esto…
Yo lo fabrico todo… Desde la base hasta la última pieza…
Un órgano viene costando un año y dos meses de trabajo…
Construir una partitura para órgano es difícil… Porque es casi la misma partitura que usa una orquesta… Tienes que hacer la parte del bajo, la de la trompeta, la del violín…
Y luego que no te salgas de la medida… Porque sino eso se monta y todo el mundo anda mal…
Aquí se bailaba en muchos lugares con el órgano… Y se utilizaba mucho para los campos… Se transportaba en camión”.
Manzanillo, Cuba.
Pepe Navarro