Hoy comparamos la historia de una artista que decidió vivir en un tempo más lento, a menor revoluciones y crearse su propio mundo dentro del mundo. Ella era Tasha Tudor, hija de un arquitecto naval llamado William Starling Burgess y una reconocida pintora de retratos, Rosamund Tudor.
Ella fue una de las ilustradoras de cuentos infantiles más reconocidas de los Estados Unidos y de todo el mundo pero no solo su escritura fue la que le hizo famosa sino su forma de vivir que muchos consideraban excéntrica. ¿Por qué? Decidió vivir a otro tempo. Vivía en una enorme granja sin electricidad, vestía con ropajes propios del siglo XIX (para ser exactos de 1800-1842) debido a que en esa época se basaba su vida. Esa nostalgia la llevó a crear su propio modo de vida, su propio universo, del que todas las generaciones que la sucedieron se han sentido orgullosas. Su adorable casita en Marlboro, Vermont (bautizada "Corgi Cottage" en honor a su raza de perro predilecta, el corgi) fue construida por su hijo Seth tomando como inspiración el hogar de unos amigos cercanos de la ilustradora. Seth todavía vive con su familia en esa casa que actualmente también es museo. Tasha desarrolló un estilo de vida autosuficiente propio del s. XIX -sembraba, hilaba, tejía, recogía huevos, ordeñaba cabras...-, puso tanta dedicación cultivando el jardín que coloreaba su día a día como en sus minuciosas acuarelas; vistió vestidos largos con delantales, jerseys tejidos por ella, pañuelos en el pelo…y evitó los zapatos siempre que podía. Y, mientras tanto, se dedicaba a su mayor pasión: el arte.
La simplicidad de una chica de Boston que impactó a todo el mundo, casi haciendo parecer que fue capaz de detener el tiempo, dedicándose diariamente a su familia, al jardín que coloreaba sus pupilas, y a hacer con total concentración aquello que realmente amaba hacer sin preocupaciones que le arrebataran sus buenos momentos.
Fue considerada como aquello que preservaba las tradiciones que quedaron olvidadas en el pasado, en sus cuentos, en sus ilustraciones y en su estilo de vida. De esta forma crió a sus hijos, dentro de una burbuja donde vivían una vida autosuficiente de hace más de cien años donde ella sembraba, tejía, hilaba, cultivaba, reflejando toda su pasión en su día a día, como la sombra de sus manos cerniéndose sobre un fondo en blanco, como una minuciosa acuarela donde una niña juega entre la nieve.
¿Cómo es dedicarse a una pasión tan dorada como el arte ingenuo? No más increíble que lograr vivir dentro de los cuentos que has creado con tus propias manos, crear tu propio mundo dorado donde a pesar de los horrores que existen en el presente del que formas parte, puedes amar todo lo que te rodea y al final de cada jornada sentarte en tu sofá predilecto, suspirar y exclamar lo hermoso que es el mundo.
Y así vivió hasta el último de sus días, haciendo todo lo que siempre soñó con sus propias manos, vivió noventa y dos largas primaveras. La mayoría de los retratos que podemos encontrar de ella son de sus últimos años, con su delantal a cuadros y descalza en el jardín, llevando la mirada de alguien que carga con la paz que solo se obtiene cuando se ha disfrutado cada segundo de la vida.
Su ilustración se centraba mayormente en minuciosos trabajos de acuarela en los que reflejaba una realidad olvidada, perdida como en el tiempo. Prados verdes, casitas bajas con hermosos jardines, el día a día de las personas de antaño y el suyo propio, bodegones, animales, escenas de cuentos y leyendas y situaciones cotidianas, tan extrañas para el ciudadano moderno.
Los invito a que conozcan su sitió web oficial
Tasha Tudor and Family, donde su familia se ha encargado de recopilar su biografía, su obra y fragmentos de su vida personal en un encantador y emotivo archivo. Preparen una buena taza de té, los espera un bellísimo viaje en el tiempo.