Dr. House

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Los médicos del Hospital Universitario de Marburgo (Alemania) diagnosticaron a un paciente gracias a la serie House. El paciente empezó a encontrarse mal a mediados del 2011, con 54 años: empezó a perder oído, perdió también visión, y le sobrevino una fiebre persistente sin que se le encontrara ninguna infección. La fiebre no remitía, y estuvo peregrinando de médico en médico durante más de un año. Le diagnosticaron un mal funcionamiento de la glándula tiroides y una inflamación del esófago causada por ácidos procedentes del estómago. En mayo del 2012 estaba al borde de la muerte. Ingresó en el hospital Universitario de Marburgo (Alemania) con una grave insuficiencia cardiaca, aunque después de las pruebas tuvieron que descartar cualquier enfermedad coronaria. En aquel momento estaba ya prácticamente ciego y sordo.
Fue entonces cuando Juergen Schaefer, director del Centro de Enfermedades No Diagnosticadas del hospital, recordó un episodio de la serie House, en el que una mujer tiene un problema de corazón y varios síntomas aparentemente inconexos. En la serie, el doctor House llega a la conclusión de que la mujer sufre una intoxicación por cobalto debida a una prótesis de cadera defectuosa. Y, en efecto, el paciente de Marburgo también tenía una prótesis de cadera metálica hecha con cobalto. Dicha prótesis estaba dañada, y el nivel de cobalto en la sangre multiplicaba por mil el nivel máximo recomendado. Con ese diagnóstico, se sustituyó el implante por una nueva prótesis de cerámica.

El doctor Schaefer, que se declara fan de House, empezó a utilizar la serie en sus clases hace cinco años. La experiencia tuvo tanto éxito que en el 2010 recibió el premio Ars Legendi como mejor profesor de Medicina de Alemania.

Por encima del eterno debate entre los partidarios de la eficacia profesional por encima de todo frente a los que creen en el trato correcto hacia las personas por encima de cualquier otro aspecto (sería deseable un House que, además de ser un genio, supiera tratar a la gente), la reflexión que nos podemos hacer gira en torno a la utilidad de los medios de comunicación. Estamos demasiado habituados, por ejemplo, a criticar a la televisión y a casi todos sus canales y programas: decimos que nos atonta, favorece el sedentarismo, anula el pensamiento crítico y no tiene ninguna utilidad.

Pero el problema no es de la televisión, sino nuestro: nuestra es la responsabilidad de poner los límites. Porque, visto desde el lado positivo, la televisión es una excelente herramienta no sólo para el entretenimiento, sino también para el fomento de la cultura o el desarrollo de la inteligencia. E incluso, en casos extremos, puede lograr salvarle la vida a alguien. Gracias, doctor House.